Archivo de 14 de abril de 2024

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DEBATES: EGOLATRIA VS PROPUESTAS

Luis G. Sánchezcaballero Rigalt

«No es el debate el que impide la acción, sino el hecho de no ser instruido por el debate antes de que llegue la hora de la acción».

Tucídides, historiador y militar ateniense

El pasado 7 de abril se llevó a cabo el primer debate entre las y el candidato presidencial, ejercicio democrático que desde su formato y organización estuvo cuestionado. Para ser honestos verlo resultó un verdadero calvario, ya que, aunque no ocurrió nada inesperado si cobró relevancia que sin excepción se dedicaron al autohalago, como si ellos mismos fueran el proyecto y ninguna fuerza política los respaldara. Todo el tiempo intentando convencernos de que son lo mejor que le ha pasado al mundo. Y la verdad los tres están muy lejos de serlo.

De este debate podemos resaltar la gran preocupación que deja la falta de ideas de todos y del oficialismo preocupa aún más  esa obsesión de gobernar en donde el Ejecutivo detente el poder absoluto, tan lejos de una izquierda que tanto pregonan.

Sin duda hubo mucha palabrería, sin que nadie pudiera demostrar que sus plataformas no son solo enunciados sin bases. Lo más alarmante es que los que se presumen nuevos no se diferencian de los viejos en prácticas y métodos, ya que dejaron claro que se decantan por continuar el asistencialismo y no al desarrollo social cualitativo.

Sin embargo que estos ejercicios se sigan realizando son torales, los debates presidenciales constituyen un marco democrático para proveer información a los electores y mostrar las diferencias políticas entre las y los candidatos, al enfrentar posturas distintas frente a una determinada temática.

El ejercicio de construcción y defensa de argumentos así como la discusión de contra argumentos ayuda a las personas a profundizar los puntos de vista y a  comprender de mejor manera el punto de vista de los demás y el propio.

El debate sirve para comprender los distintos puntos de vista, y no necesariamente para discernir acerca del propio.

Durante los debates, las y los candidatos deben demostrar características generales de su personalidad y su estilo de liderazgo, no solo en sus intervenciones, sino también en las interacciones que mantienen con sus pares, y sostener posicionamientos serios y creíbles en materia de políticas públicas.

Por otro lado, el nivel de interacciones que las y los candidatos tengan entre sí también los debe obligar a exponerse a las críticas de sus competidores y dar respuesta a estos cuestionamientos.

Si bien estas confrontaciones pueden prestarse a intercambio que causen impacto en detrimento del contenido, éstas (interacciones) no son enteramente fáciles de predecir, por lo cual obligan a las y  los candidatos a mostrar al menos sorpresa y/o  naturalidad, no como ´él debate que nos tocó presenciar donde las y el candidato se veían incomodos y acartonados, según explicaban los 3 por el formato.

Para los equipos de campaña lo importante de este primer ejercicio debe ser un aprendizaje para modificar sus estrategias (cualesquiera que estas sean) por lo que se supone no deberíamos esperar un segundo o tercer debate idénticos.

Es cierto que cambiar en forma masiva las preferencias de los electores a partir de un debate presidencial es muy poco probable. Hay estudios que confirman el cambio de voto luego de un debate presidencial, pero en una magnitud relativamente pequeña.

En un estudio realizado sobre cuatro elecciones presidenciales en Estados Unidos (McKinney & Warner 2013) se demostró que un 14% de quienes vieron el debate cambiaron su posicionamiento: la mitad de éstos fueron personas que se encontraban indecisas y se decidieron por alguno de los candidatos, mientras que solo un 3,5% cambió su preferencia de un candidato a otro y otro 3,3%, que ya estaba decidido por un candidato previamente, pasó a estar indeciso.

Como muestra el caso del debate entre Barack Obama y John Mccain de 2008, una abrumadora mayoría indicaba que Obama había «ganado» el debate, pero esto no se traducía enteramente en una captación de votos en la misma proporción (Jones, 2008; Democracy Corps, 2008).

Sin embargo, existen otros efectos de los debates sobre los votantes. Por un lado, hay evidencia de que los debates contribuyen proveer de mayor información a la ciudadanía, lo que ocurre en un debate presidencial, más allá de lo específicamente dicho por los candidatos, tiene una influencia importante en las percepciones y las opiniones de la audiencia.

Por otro lado, la comunicación no verbal de los candidatos también tiene consecuencias en la forma en que la audiencia los percibe, tanto en la forma en que se presentan, la inflexión en su voz, su postura, sus gestos e incluso detalles como su ritmo de parpadeo.

Dado que sabemos que cada detalle verbal y no verbal puede tener impacto en la audiencia, conocer cómo reaccionan los votantes ante las posturas y gestos de las candidatas  y el candidato se vuelve cada vez más importante en la era de redes sociales e inteligencia artificial, aunque la materia prima de toda esa sofisticación tecnológica seguirá siendo la capacidad de argumentación y solidez técnica de los postulantes, que sin duda fue de lo que más faltó en es este debate.

Después de lo demostrado en el primer debate las preferencias no se moverán nada, no obstante, la diferencia entre la primera y la segunda no es tan distante como dice una ni tan cercana como dice otra.

Si aún existen indecisas e indecisos, se sugiere usar algunos criterios para determinar su voto. Uno puede ser seleccionar lo  que se ajuste más a sus valores dentro del  proyecto, de conformidad al país en el que se aspira vivir.

Otro criterio puede ser la evaluación de las consecuencias de decidir por una y no por otra. Para discernir es muy útil la deliberación conjunta, está demostrado que allegarse del pensamiento de otras y otros nos va adecuando la realidad a partir de valores y juicios.

Por ello, es toral asumir una actitud responsable, nuestra decisión debe estar fundada en la experiencia, el entendimiento y la reflexión ética de que le conviene más a la colectividad y no a sólo unos cuántos, porque si a estos últimos les va bien casi es un hecho  que a la mayoría les ira mal .

Fe de erratas: Por error escribí en la columna anterior que Sonia Venegas es la primera mujer directora de la Facultad de Derechos de la UNAM, honor que correspondió a Leoba Castañeda.




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