Francisco SánchezCaballero Rigalt
En las pláticas de café en las cuales se habla de fútbol a los equipos que por razones de presupuesto, ubicación o estrategia comercial se les llama de «media tabla», sus resultados y palmarés son nulos o muy pocos, y en el momento que alcanzan el éxito, tardan mucho tiempo y esfuerzo para volver a lograrlos.
Haciendo un símil con los países, México es un país de «media tabla», no quiero decir que es mediocre porque hay muchos, muchos casos de éxito y de triunfos; aunque como país, con 214 años de independencia y como cultura son aproximadamente 2,000 años, no se ha consolidado un crecimiento a largo plazo y que alcance a toda la población, sobre todo que amortigüe la pobreza extrema que, con cifras de 2022 fueron 9.1 millones de mexicanos en esta situación.
En la década de los años setenta del siglo pasado se impuso la narrativa de que éramos parte del «tercer mundo» de acuerdo al orden mundial de posguerra en el que los países capitalistas de occidente eran el primer mundo, los países del bloque socialista a los que se les denomino del «segundo mundo» y a los países no alineados, la gran mayoría se les clasifico como de «tercer mundo». Esta clasificación elaborada por el demógrafo francés Alfred Sauvy, clasifico países tan diferentes como La India, Egipto, Brasil o México.
Después de la caída del muro de Berlín en 1989 y la disolución de la URSS en 1991 estos términos cayeron en desuso y a México se le denomino en ese entonces como país en vías de desarrollo, debido a la dependencia de la exportación de petróleo como base de su economía, con mano de obra barata para la maquila de productos de fábricas que se instalaron en la frontera norte y con la percepción de instituciones débiles, democracia incipiente y clase política incompetente y corrupta.
En esta época se firmo el tratado de libre comercio con Estados Unidos y Canadá, que propicio un mayor intercambio de bienes y servicios entre estas naciones y que iba a dar un giro positivo en el crecimiento del PIB, solo que se atravesó el «error de diciembre» de 1994 que acabo con los sueños de grandeza sobre todo de la clase media que comenzó a tener acceso a créditos para comprar bienes inmuebles y autos , además de sumir al país en una recesión enorme que si no hubiera sido por los EE.UU. y la decisión del presidente Clinton de otorgar el apoyo para un crédito que ayudo a salir adelante a la economía nacional y parar lo que el mundo llamo el «efecto tequila».
Desde entonces, han pasado ya treinta años los mexicanos hemos evolucionado dentro de una democracia mas en forma, se han creado instituciones descentralizadas que son contrapesos del gobierno, la economía no ha sufrido otra gran crisis por la gestión de la inflación y control de los ingresos y la deuda pública, han existido «mexican moments» de acuerdo a la prensa extranjera, que no se han llegado a consolidar por diversos motivos, uno de los principales es la corrupción rampante que existe en el gobierno y que es solapada por el sector privado aunado al crecimiento del crimen organizado y el aumento de la inseguridad.
Somos un país de «media tabla» porque no se ha logrado crecer a una tasa que ayude a superar los problemas estructurales de pobreza y eso que los apoyos sociales se incrementaron en este sexenio aproximadamente 30% comparado con el gobierno anterior, no se aprovechó la apreciación del peso del 14.68% durante el 2023 frente al dólar y el control moderado de la inflación que cerró en 2023 en 4.66%.
Si no se aprovecha la relocalización de empresas, mejor conocido como «nearshoring» en el mediano plazo, con inversión en vías de comunicación y en la generación de energía en conjunto con mejorar la seguridad, continuaremos como una economía emergente, aunque el termino no aplica para México porque somo la decimosegunda economía mundial con un PIB (a pesar de que este indicador no le gusta al titular del poder ejecutivo, solo que no encontró alguna otra forma de medir ya que sigue usándolo hasta para presumir los logros de su gestión como presidente) de 1,8 billones de dólares estadounidenses.
Estamos en la media tabla por que la distribución de la riqueza es profundamente desigual, el orden jurídico débil, una frágil clase media, fustigada desde el ejecutivo actual por tener aspiraciones, un estado de derecho endeble, avance de los militares en áreas que no son su competencia, persecución a los medios de comunicación no afines al régimen, falta de transparencia en las acciones del gobierno, violencia con alto número de muertes y ausencia de modernización e innovación en las diferente industrias y servicios; asimismo el tema de la educación con la cual se han tomado decisiones como la cancelación de las escuelas de horario ampliado, cambios en las materias con la «nueva escuela mexicana» y en los libros de texto con sesgos ideológicos y la eliminación de la prueba PISA para comparar los resultados con otros países y con base a eso, generar los cambios necesarios.
Falta de voluntad política, de consenso y de ejecutar acciones coordinadas entre los diferentes actores de la sociedad hacen que no subamos a los países de elite como les dicen a los equipos punteros de los campeonatos de futbol.
Deseando que el próximo gobierno tenga una visión a futuro y las condiciones necesarias para lograr un cambio estructural y no por ponerle título de opereta se va a realizar mágicamente una transformación en los Estados Unidos Mexicanos.
Notas al calce: el 5 de mayo es una fecha en la que se celebra el triunfo de las tropas mexicanas sobre el ejército francés a la entrada de la ciudad de Puebla, exagerando la comparación con grandes epopeyas épicas por ganarle al invencible ejército francés, y que uno de los héroes fue el general Porfirio Díaz Mori; ahora uno de los villanos favoritos del presidente López Obrador.
Por cierto, vale la pena leer la carta que el magnífico escritor y político Víctor Hugo escribió al presidente Juárez para salvarle la vida al depuesto Maximiliano de Habsburgo , aquí un fragmento:
«Usted hizo tal cosa, Juárez, y es grande. Lo que le queda por hacer es más grande aún. Escuche, ciudadano presidente de la República Mexicana. Acaba usted de vencer a las monarquías con la democracia. Usted les mostró el poder de ésta; muéstreles ahora su belleza. Después del rayo, muestre la aurora. Al cesarismo que masacra, muéstrele la República que deja vivir. A las monarquías que usurpan y exterminan, muéstreles el pueblo que reina y se modera. A los bárbaros, muéstreles la civilización. A los déspotas, los principios».