Archivo de 5 de marzo de 2023

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EL TRABAJO DOMÉSTICO Y DE CUIDADOS DESDE LA PERSPECTIVA DE GÉNERO

Luis G. Sánchezcaballero Rigalt

“La igualdad es el alma de la libertad; de hecho, no hay libertad sin ella»

Frances Wright escritora estadounidense.

En un país donde la democracia existe cuando gana el oficialismo y hay fraude cuando pierden, que para evitar las derrotas se impulsa un plan “b” para volver a elecciones de estado, donde a los participantes en una protesta pacífica se les insulta, militares ejecutan a 5 jóvenes por ir a exceso de velocidad y se les enjuicia por desobediencia y permanentemente se justifica el discurso de odio con más odio, resulta por demás ocioso ahondar en esos temas, ya que opinar diferente solo servirá para que la polarización se exacerbe y sigamos sin avanzar en temas trascendentales.

Por ello, y dada la cercanía del Día Internacional de la Mujer aprovecharé este espacio para escribir sobre un tema que no ha sido del todo explorado en México, dados los nuevos roles de género se necesita empezar a profundizar. Me refiero en concreto a los cuidados y el trabajo doméstico.

Con respecto al concepto o definición del trabajo de cuidados, todavía no hay un consenso, en sentido amplio, pero nos inclinamos por aquel que lo define como «los cuidados son todas aquellas actividades y relaciones orientadas a alcanzar los requerimientos físicos, emocionales y sociales de niños y adultos (dependientes o no)».

Por su parte, el trabajo doméstico incluye una amplia diversidad: producción de bienes y servicios, como asear la vivienda -espacios y mobiliarios diversos-, cocinar, lavar, planchar y cuidar la ropa, calzado y menaje de la casa; atender y educar a menores de edad; cuidar enfermos y ancianos, si es el caso, y mantener una parte del patrimonio familiar. Incluye también tareas de comercio -compra de bienes y algunos servicios necesarios- así como el traslado de personas, principalmente niñas y niños.

Se trata de un trabajo socialmente necesario; organizado y realizado fundamentalmente por mujeres desde la adolescencia. Aunque la participación masculina parece haber incrementado, esta es mayor en los sectores más modernos de la sociedad: los más educados, residentes en las ciudades de mayor tamaño.

Al considerarse como trabajo, el trabajo doméstico entra en la esfera de los derechos humanos, los cuales tienen como fin proteger a quienes realizan un trabajo lícito y asegurar condiciones dignas para llevar a cabo su actividad de manera segura y en plena libertad.

Con el desarrollo de las sociedades, el paso del feudalismo a la industrialización y la urbanización de las ciudades, es decir, la era de la modernidad se dio un fenómeno que dividió al mundo en dos. Se produjo una separación de tareas, la cual se delimitó por el espacio físico donde se llevaban a cabo. 

Y a los hombres les correspondió el trabajo en las fábricas (en lo público) con horarios rígidos y extenuantes a cambio de un salario familiar suficiente que les permitiera mantener a sus familias, eximiéndoles de cualquier otra actividad al interior del hogar; trabajo valorado que brinda poder y prestigio social.

Tal división espacial del trabajo implicó una ruptura en las actividades en que participaban los hombres y las mujeres. A ellas se les delegó el trabajo doméstico y la atención de los hijos (as) y el marido en el hogar (espacio privado); actividades invisibilidades, poco valoradas social y económicamente.

En la actualidad, la perspectiva de género destaca que tanto el trabajo doméstico como el de cuidados son actividades derivadas de un proceso cultural (papel que se ha sido forjado y reforzado por las instituciones sociales como la familia, el estado, la iglesia, las políticas públicas, la escuela, entre otros), femenino, sin reconocimiento ni valoración social y económica, limitante.

No obstante, hoy la distribución de las responsabilidades de los cuidados es sumamente desequilibrada, recayendo principalmente en los hogares y siendo realizada mayoritariamente de manera no remunerada por las mujeres.

Los cuidados son las actividades que regeneran diaria y generacionalmente el bienestar físico y emocional de las personas. Es un trabajo esencial para el sostenimiento de la vida, la reproducción de la fuerza de trabajo y de las sociedades, generando una contribución fundamental para la producción económica, el desarrollo y el bienestar.

El trabajo doméstico y de cuidados, en especial el cuidado infantil son labores que han sido tradicionalmente asignadas a las mujeres bajo la justificación de la maternidad y la capacidad innata de las mujeres para cuidar y dedicarse al hogar.

A pesar de su importancia, este trabajo sigue siendo invisibilizado, subestimado y desatendido en el diseño de políticas económicas y sociales como reflejo del estereotipo de la feminización del cuidado, en el ámbito del trabajo de cuidados remunerados, las mujeres también están sobrerrepresentadas en estos empleos caracterizados en general por una baja remuneración y condiciones laborales precarias.

Poco se ha procurado garantizar la participación conjunta de hombres y mujeres, el Estado, el mercado y la sociedad en general para distribuir las responsabilidades domésticas y de cuidados no tan solo entre los géneros, sino entre el resto de los actores sociales.

El derecho universal al cuidado de los hijos implica establecer autonomía frente al empleo en cuanto criterio de acceso a los sistemas de cuidado y tener como objetivo la redistribución en el ámbito doméstico (hombres y mujeres) y el espacio extra doméstico (estado, empresas, organismos sin fines de lucro y comunidades).

Finalmente, bajo el enfoque de derechos la redistribución del cuidado permanece inscrita en el marco de justicia social. Ello significa contemplar el derecho al reconocimiento al trabajo no remunerado, al compromiso colectivo de cuidar de niños pequeños, adultos mayores y enfermos, como parte de un derecho de equidad de género en el hogar y en el empleo.




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